Bien es cierto que los niños durante la época estival deben disponer de su propio tiempo de juego y ser capaces de entretenerse ellos solitos para que no se habitúen a que los papás estén siempre pendientes de ellos gestionando su tiempo de ocio como si fueran animadores de fiestas. Sin embargo, las tardes son muy largas y no siempre hay algo entretenido que hacer.
¿Qué tal si planificamos un obrador de postres caseros? Ahí os dejo algunas razones para pasar una tarde divertida en la cocina.
- A los más pequeños les encantan los dulces y también les gusta participar en su elaboración. Quien no ha escuchado alguna vez: ¡Pruébalo, lo he hecho yo!
- Es un cambio de rutina. Los niños necesitan actividades nuevas que provoquen nuevos retos y despierten su curiosidad e interés. En este sentido, la confección de recetas aglutina el desarrollo de muchos aspectos que se trabajan en el cole: estimulación de la concentración y la memoria, comprensión lectora, ejecución de instrucciones escritas, competencias matemáticas relacionadas con las unidades de peso y la cantidad, y sobre todo, el desarrollo de la autonomía, el trabajo en grupo y la valoración del gusto por el trabajo bien hecho. El momento mágico de comprobar como una masa se convierte en algo delicioso es algo maravilloso para los más pequeños. Es la forma más clara de "aprender haciendo".
- Leer la receta, preparar los ingredientes, encender el horno, pesar, pelar, cortar o mezclar, extender o modelar la masa... son algunas de las tareas en las que los niños pueden implicarse.
- Y lo más importante, el tiempo que se pasa en familia va a crear unos recuerdos entrañables que endulzarán esas tardes tan largas de verano.
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